Franja EO junio

Licenciado en Ciencias de la Universidad de Chile. Ph.D. en Ciencias Neurológicas de la Universidad de McGill.
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Es frecuente que dentro de los proyectos o protocolos experimentales evaluados por los comité ético-científicos (CEC) se pida una fundamentación para el ciudadano común. Tal sección busca que los investigadores describan y justifiquen su proyecto experimental a un público no especialista. En nuestra universidad, como en muchas alrededor del mundo, esta sección es de carácter público, pudiendo llegar a ser un importante puente de comunicación entre investigadores y sociedad. A partir de mi experiencia como revisor de Protocolos del CEC de Cuidado de animales y Ambiente (CAA), y buscando contribuir a que esta sección cumpla su objetivo básico de comunicar adecuadamente, comparto algunas reflexiones.

 

¿Quién es el ciudadano común o el público no especialista?

Cuando se habla de ciudadano común o público no especialista (ciudadanos de aquí en adelante), no se está distinguiendo el nivel educacional, o profesionalización de éste. Por el contrario, lo que se busca indicar es que el ciudadano representa teóricamente a cualquier persona, independiente de su edad, años de educación, quehacer, intereses, grado de especialización, etc. En este sentido, ejemplos de ciudadanos podrían ser una educadora de párvulos, un jardinero, una estudiante secundaria, un TENS, una filósofa, un artista callejero, un abogado y, ciertamente, investigadores y científicos en su conjunto.

 

Dos preguntas a responder

Dos son las preguntas básicas que nuestra fundamentación debería responder: ¿qué es lo que haremos en nuestro proyecto? y ¿para qué lo haremos? La respuesta a ambas preguntas requiere el uso de un lenguaje compartido entre el investigador y el ciudadano; es decir, que las palabras y construcciones gramaticales utilizadas sean entendibles para ambos. En ese sentido, el uso de conceptos generales, sinónimos y metáforas pueden ser de mucha utilidad para explicar en términos simples, claros y por supuesto, lógicos, aquello que es específico y complejo.

En relación al ¿para qué lo haremos? el objetivo es expresar el bien común buscado, en términos sencillos, pero también realistas. Ejemplos de ello serían el desarrollo de una terapia que busca paliar una enfermedad, la descripción precisa de las especies que conforman un bosque para evaluar el impacto potencial de su pérdida, o la generación de conocimiento básico que eventualmente pueda ser utilizado para descubrimientos o aplicaciones futuras en un área de interés para la sociedad.

Si bien el uso de un lenguaje compartido requiere un esfuerzo, es algo que mejora con la práctica. Una situación hipotética nos puede ayudar en esta tarea. Imagínese en un café junto a un amigo al que no ve desde hace años y éste le pide con interés que le cuente con cierto detalle de qué trata su último proyecto de investigación. Luego de explicarle en términos entendibles para él (simples, claros, lógicos y ¡hasta amenos!), su amigo, más entusiasmado aún, prosigue: ¿y para qué lo haces?, ¿qué es lo que buscas finalmente?

 

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Por qué fundamentar nuestra investigación

Entre las muchas razones que justifican una adecuada fundamentación de nuestra investigación para el ciudadano, pienso en dos. La primera es que en el caso muy probable de que los fondos de investigación tengan un origen estatal, el ciudadano está en derecho de conocer como se utilizan sus impuestos. La segunda, y sin duda tan importante como la primera, es comenzar, desde nosotros, a embebernos en una cultura de cercanía entre la comunidad científica y la sociedad.

Finalmente, que la fundamentación para el ciudadano sea una invitación, un desafío y una oportunidad de mirar y comprender nuestro quehacer social y motivaciones finales, desde los ojos del otro.

 

 

 

 

 

 

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